Mis
labios rozan por
tú frondoso
pubis
y tú
mirada encendida.
Tus
manos acercándose
a mis
pechos,
que de
contento,
están
firmes por el deseo.
No
pierdas de vista
mi
jardín que prominente
te
invita al deseo.
Apresúrate
y
adréntrate
en él,
que mis
piernas
se
entreabren,
para que
lo riegues
con tú savia.