En silencio…, mis labios se deslizaban por tu piel
como si musitaran una oración,
ungiendo mis manos en tu cuerpo,
y, en tu regazo, mi boca perdiéndose
en tu fuente de diosa... bebiendo.
En silencio…
tan sólo roto por el deslizar de una caricia,
por el sonido de un beso,
por susurrarte un «te deseo» al oído.
Como en una plegaria,
soy acariciado por el brillo de tus ojos,
rodeado por la noche de tu cabello.
En silencio…
del amor diosa pagana,
te adoro… a ti,
que me hiciste sentir hombre
entre tus brazos vibrando,
a ti que me hiciste sentir niño
desfalleciendo sobre tu cuerpo
mientras musitaban mis labios
¡Te quiero!
Del libro “Crisol de
sensaciones”
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